Las palabras se atropellan en su boca mientras utiliza un teléfono que han logrado esconder. Son 27 en la celda, hombres y mujeres, una de ellas madre de un bebé de siete meses.
Algunas están enfermas o embarazadas. El bebé se alimenta de la poca teta que le queda a su madre, que también tiene hambre.
Les detuvieron en las redadas de los días de navidad en diversos barrios de Tánger. Aprovecharon que estaban reunidos rezando (la mayoría son de confesión cristiana) y compartiendo cenas o comidas. Entraron en las casas y llenaron las furgonetas de policía en un corto espacio de tiempo.
Desde entonces están detenidos esperando ser deportados a la frontera con Argelia, en la región Oriental marroquí.
“La situación es insoportable. Tenemos frío. Nos llevaron con lo puesto. No hay mantas. Pero lo peor es que no tenemos comida. No nos dan de comer. El olor, la falta de asistencia a los enfermos y la falta de alimento se hacen insoportables. Que hablen de lo que nos pasa. No somos animales”, declara Ben en la primera y por el momento, única comunicación que logramos con los detenidos.
Cuando intentamos contactarles de nuevo, el teléfono está cerrado y hay una gran inquietud en el barrio donde se vuelven a repetir las detenciones.
“Han cogido a mucha gente. A todas las chicas, a Joey, Beuty, Mariam, y a todos los bebés también. No han dejado a nadie. Los que corremos más nos hemos salvado”, declara Dam, acostumbrado a las redadas de los bosques.
El día de navidad fueron arrestadas 38 personas.
“Ahora mismo están deteniendo a gente. Estoy escondido. Han cogido a cinco de mis compañeros con mucha violencia, más de lo acostumbrado”, nos susurra Kevin para no ser oído en su escondite.
Intentamos localizar a la gente que conocemos sobre todo a los enfermos en tratamiento por tuberculosis y a las madres con bebés, pero ningún teléfono responde. Todos están apagados.
Cuando llamas en una situación así quieres pensar que ellos mismos cerraron la conexión para evitar ser arrestados, pero en la mayoría de las ocasiones lo que sucede es que ha empezado el infierno de la detención.
“En Rabat las redadas se extienden por todos los barrios donde hay inmigrantes, aunque hasta el momento no se tiene noticia de que hayan entrado en las casas”, nos cuenta Ismael.
Para la ciudad de Tánger ha sido diferente, la policía ha entrado en los domicilios buscando a la gente y se ha llevado a todo el mundo, sin hacer diferencia entre enfermos, niños o mujeres embarazadas.
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